Como médico general que ha dado seguimiento a infinidad de pacientes durante muchos años, me considero un asesor de salud confiable. Cuando se trata de asesorar sobre estilos de vida que afectan a la salud, rara vez pienso en términos de blanco o negro. Hay excepciones, es difícil argumentar en contra de los beneficios de la actividad física regular o de que nada bueno puede resultar de fumar. Sin embargo, para muchas otras cosas, incluyendo el uso de alcohol, las cosas no son tan sencillas. Ahora que, si fuera un especialista que ve principalmente los efectos negativos del abuso del alcohol, como los especialistas del hígado que atienden a personas con lesiones agudas y crónicas o traumatólogos que ven los resultados de beber y conducir, tal vez sería más sencillo. Pero para la mayoría de mis pacientes, el alcohol es una parte normal de la vida y tiene atributos tanto buenos como malos.
Es con este trasfondo que veo un nuevo estudio sobre la relación entre el alcohol y el cáncer. En caso de no tener tiempo para leer hasta el final, aquí está la conclusión: Este estudio no va a ser parte de mis argumentos sobre los pros y los contras del consumo de alcohol. Para aquellos que disponen de tiempo, aquí está el porqué:
Algunos tipos de cáncer atribuidos al consumo de alcohol son graves. Cualquiera que haya tenido un ser querido con cáncer de esófago sabe que es verdad. Para unos pocos, el alcohol no es nada más que malas noticias, y este estudio no añade nada a lo que ya sabemos. Para otras personas, el reto es que no hay instrumentos especialmente eficaces para ayudar a que estos pacientes permanezcan sin alcohol.
El problema no es el abuso crónico sino las malas decisiones que se toman cuando se bebe. Los llamados parranderos podrán funcionar bien de día en día, ya sea que lo hagan una vez por semana, una vez al mes o una vez al año, pero cuando lo hacen no entienden la discapacidad en que caen, por ejemplo, para conducir su coche a casa. Con estos pacientes hay que evaluar la realidad, (concientizándolos de que beben más de lo que confiesan) hay que pasar mucho tiempo haciéndolos entender del riesgo potencial y en discutir estrategias específicas que poner en marcha antes de que la primera bebida que se haya consumido.
Para la mayoría de mis pacientes quienes no abusan del alcohol, la pregunta es cómo marcar los efectos sobre la salud. Acepto ocasionalmente 1 copa de vino después de un largo día de trabajo. Luego, existe la llamada curva de muerte llamada curva J relacionada con enfermedades del corazón que dice que es el más bajo riesgo en pacientes con uso moderado, (1-2 cervezas (12 oz.), 1-2 copas de vino (5 oz.), o 1.5 onzas de bebida mixta al día). Personas que se abstienen totalmente tienen un riesgo algo mayor, y que queda eclipsado por el gran riesgo en los bebedores constantes. También advierto que el alcohol puede ser una fuente de calorías innecesarias, pero al mismo tiempo veo que para muchos de mis pacientes es una manera simple de eliminarlas.
Aunque el estudio no da ninguna información nueva, utiliza estudios existentes para argumentar que existen datos suficientes que apoyan a la influencia del alcohol como causa de cáncer a pesar de que se ignora la razón porque el alcohol en sí mismo (a diferencia de los cigarrillos) no es un carcinógeno conocido. ¿Finalmente, si el alcohol fuera causa de cáncer, no veríamos correlación entre el nivel del consumo de alcohol de la población y las tasas de mortalidad de cáncer? No sé nada de que existen tales datos. Sin más información sobre el nivel de riesgo para quienes beben con moderación y la del riesgo de otros comportamientos que pueden presentarse tales como el uso de cigarrillo, no creo que esta nueva evidencia me obligue a cambiar los argumentos que tengo con los pacientes.
¿Cómo hablo con mis pacientes acerca de los patrones del consumo de alcohol? Seguiré siendo categórico con ellos en su patrón de consumo de alcohol. Aunque el consumo moderado de alcohol tiene un riesgo finito, también está la cuestión de cuánto riesgo es en lo personal, y cómo se compara ese riesgo con otras cosas que hacen o no hacen en sus vidas. Veo esto como una misión clave para los médicos generales. Debemos enmarcar opciones personales (suficiente actividad física, hábitos de conducir seguros, alimentación correcta y, sí, uso de alcohol) de una manera que proporcione perspectiva y motivación. Mi rol es asesorar acerca de las cosas que cada uno de nosotros puede hacer para mejorar la calidad y la cantidad de su vida. Todos podemos hacerlo mejor, pero no creo que asustar a los pacientes con la palabra Cáncer sea la forma de hacerlo.
Fuente:
health.harvard.edu