El azúcar es lo más peligroso que podemos consumir, y ocasiona una adicción difícil de eliminar. Lo peor es que le encontramos en casi todos los alimentos procesados que consumimos como snacks, bebidas, salsas, pan, condimentos y carnes frías. Incluso fórmulas y alimentos para bebés contienen mucha azúcar, por lo que desde pequeños se activa el centro de recompensas cerebral incrementando la ansiedad por comer este tipo de alimentos.
Se esconde bajo distintos nombres, al igual que afecta de distintas formas nuestro organismo. Su consumo genera un gran impacto en el cerebro, la salud intestinal y el metabolismo celular. Cuando se consume en exceso, promueve la disfunción de las mitocondrias, una parte de nuestras células que su función es producir energía para que las actividades del organismo se realicen de la manera correcta.
De la misma manera, estudios han demostrado que consumir 400 calorías (100 gramos) o más de azúcar al día, puede llevar a desarrollar hígado graso no alcohólico. Nuestro hígado se encarga de convertir todo ese exceso de azúcar en grasas y de almacenarlo. Aumentan los niveles de grasas en sangre, aumenta el peso y porcentaje de grasa corporal, lo cual nos puede llevar a desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, entre otros.
En el pasado, el hígado graso solo se presentaba en adultos. Ahora se presenta en un 10% de la población entre los 2 y los 19 años, y la única causa es la alimentación elevada en azúcares. También lo vemos con la diabetes del tipo II, cuando antes solo se presentaba en adultos, ahora es común ver a niños con esta enfermedad.
Muy seguido escucho a los pacientes decir: ”Tomo muy poco refresco, solo una latita de las chiquitas [todos los días], no es nada”… bueno, pues la cantidad de azúcar que agregan a este refresco de “tan sólo” 250 ml, es suficiente para aumentar el riesgo de desarrollar sobrepeso, diabetes de tipo II, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares, al tomarlo diario. Así que cuidado con esas calorías líquidas que provienen de azúcares refinados que además no aportan ningún tipo de nutrimento.
Lamentablemente, la industria ha utilizado la propiedad adictiva del azúcar para incrementar la venta de sus productos. Se estima que en promedio se consumen 30 cucharaditas de azúcar al día oculta en esos productos procesados que tanto nos gustan. Esto es tres veces más de la cantidad diaria recomendada.
El peligro es mayor para los niños en crecimiento, pues su organismo es incapaz de manejar la cantidad de azúcar que obtienen de los dulces, los jugos y las galletas procesadas que acostumbran comer diario. Esto, como ya lo mencionamos anteriormente, daña las mitocondrias y, por ende, el metabolismo. Este daño afecta su desarrollo y crecimiento, además de que se ha relacionado con muchas de las principales causas de muerte: enfermedades cardiovasculares, aterosclerosis, derrame cerebral, cáncer, diabetes, hipertensión, hígado graso, Alzheimer, entre muchas otras.
Ahora, no existe el sustituto de azúcar perfecto. La miel (o jarabe) de agave o de abeja, que la utilizan con frecuencia para “evitar” el azúcar, es un engaño, pues siguen aportando la misma cantidad de azúcar por cucharada y es igual de ácido. Lo mismo con el azúcar de coco o el azúcar morena. Lo ideal sería utilizar la miel de maple real o el extracto puro de stevia en cantidad moderada.