Investigaciones actuales muestran que algunas de las frases aparentemente positivas más comúnmente utilizadas con los niños son en realidad muy destructivas. A pesar de nuestras buenas intenciones, estas frases enseñan a los niños a dejar de confiar en su sistema de orientación interna, a hacer lo menos posible y a declararse derrotados cuando las cosas se ponen difíciles.
Aquí está una lista de diez frases que te sugerimos eliminar de tu vocabulario. También se han incluido alternativas que pueden reemplazar estas declaraciones habituales con frases que en realidad animarán con motivación interna y conexión emocional.
‘¡Buen trabajo!’
El mayor problema con esta declaración es que a menudo se dice repetidamente y para cosas en las que el niño realmente no ha puesto ningún esfuerzo. Esto enseña a los niños que nada es un ‘buen trabajo’ cuando papá y mamá diga (y sólo cuando mamá y papá lo digan).
En su lugar intenta: ‘¡Realmente te has esforzado en esto!’ Al centrarse en el esfuerzo de un niño, le estamos enseñando que el esfuerzo es más importante que los resultados. Esto enseña a los niños a ser más persistentes cuando intentan una tarea difícil y a ver el fracaso como otro paso hacia el éxito.
‘¡Buen niño (o niña)!’
Esta declaración, mientras que es dicha con buenas intenciones, en realidad tiene el efecto contrario al que estás esperando. La mayoría de los padres dicen esto como una manera de aumentar la autoestima del niño. Por desgracia, tiene un efecto diferente. Cuando los niños oyen ‘¡buena niño!” después de realizar una tarea que se les ha pedido, asumen que sólo son ‘buenos’ porque han hecho lo que has pedido. Esto configura un escenario en el cual los niños pueden tener miedo de perder su estatus como un ‘buen niño’ y su motivación para cooperar se vuelve todo acerca de los comentarios positivos que esperan como retroalimentación.
En cambio intenta: ‘¡Aprecio tanto cuando tu cooperas!’ Esto da a los niños información real sobre lo que estás esperando y cómo su comportamiento afecta tu experiencia. Incluso puedes mostrar tus sentimientos totalmente y decir algo como, ‘te vi compartir tu juguete con tu amigo’. Esto permite a tu hijo decidir por sí mismo si compartir es ‘bueno’ y le permite elegir repetir la acción desde una motivación interna, en lugar de hacerlo sólo para complacerte.
‘¡Qué hermosa pintura!’
Cuando ponemos nuestras evaluaciones y juicios sobre las obras de arte de los niños, en realidad les robamos la oportunidad de juzgar y evaluar su propio trabajo.
En lugar de eso trata: ‘Veo rojo, azul y amarillo. ¿Puedes decirme algo sobre tu pintura?’ Haciendo una observación, en lugar de ofrecer una evaluación, permites a tu hijo decidir si el cuadro es bello o no, tal vez estaba destinado a ser una imagen espeluznante. Y pidiéndole información, lo estás invitando a que comience a evaluar su propio trabajo y a compartir su intención, habilidades que servirán a su creatividad mientras madura y crece para ser el artista que va a ser.
‘¡Detente ahora mismo o verás…!’
Amenazar a un niño casi nunca es una buena idea. En primer lugar, les estás enseñando una habilidad que no quieres que tengan: la capacidad de utilizar la fuerza bruta o una astucia superior para conseguir lo que quieren, incluso cuando la otra persona no está dispuesta a cooperar. En segundo lugar, te pones en una posición incómoda en la que tienes que cumplir tus amenazas -una amenaza de castigo que brotó en el calor de tu ira- o puedes echarte para atrás y enseñar a tu hijo que tus amenazas no tienen ningún valor. De cualquier manera, no tendrás el resultado que quieres y estarás dañando tu conexión con el niño.
Mientras que puede ser difícil resistir la tentación de amenazar, intenta redirigirlo a algo más apropiado en su lugar. ‘No se puede pegar a tu hermano. Me preocupa que salga lastimado, o que tome represalias y te lastime a ti. Si quieres algo para golpear, puedes golpear una almohada, el sofá o la cama’. Ofreciendo una alternativa que es más segura, permites al niño expresar sus sentimientos que estás validando mientras se establece un límite claro para su comportamiento. Esto lo llevará finalmente a un mejor autocontrol y bienestar emocional.
‘Si tú haces… entonces yo te daré…’
“Sobornar a los niños es igualmente destructivo como desmotivador. Es una cooperación simplemente en aras de la facilidad y la armonía. Este tipo de intercambio puede convertirse en un terreno resbaladizo y si se utiliza con frecuencia, estás arriesgándote a que, como bumerang regrese y te golpee. ‘¡No! ¡No voy a limpiar mi cuarto a menos que me compres Legos!
En lugar de eso trata: ‘¡Gracias por ayudarme a limpiar!’ Cuando ofrecemos nuestra gratitud genuina, los niños son motivados internamente a seguir ayudando. Y si tu hijo no ha ayudado mucho últimamente, recuérdale el otro momento que si ayudó. ¿‘Recuerdas cuando me ayudaste a sacar la basura hace unos meses’? ‘Eso fue una gran ayuda. ¡Gracias!’ Esto le permite a los niños llegar a la conclusión que es divertido e interiormente gratificante ayudar.
‘¡Eres tan brillante!’
Cuando decimos que los niños son inteligentes, creemos que estamos ayudando a aumentar su autoconfianza y autoestima. Por desgracia, al dar este tipo de alabanza personal en realidad hacemos lo opuesto. Decirles a los niños que son inteligentes, sin querer enviamos el mensaje de que sólo son inteligentes al obtener cierto grado, lograr una meta o producir un resultado ideal y eso es mucha presión para una personita tan pequeña en el vivir día a día. Los estudios han demostrado que cuando le decimos a los niños que son inteligentes, después de que han completado un rompecabezas, son menos propensos a intentar un rompecabezas más difícil después, porque están preocupados de que si no lo hacen bien, ya no pensarás que lo son.
En cambio, trata de decirle a los niños que aprecias su esfuerzo. Al centrarte en el esfuerzo, más que en el resultado, estás haciendo saber al niño lo que realmente cuenta. ¡Claro!, resolver rompecabezas es divertido, así intentará armar un rompecabezas que sea aún más difícil. Esos mismos estudios demostraron que cuando nos enfocamos en el esfuerzo: ‘¡Realmente te esforzaste en eso! ¡Wow!” los niños estarán más dispuestos a intentar con un rompecabezas más difícil la próxima vez.
‘¡No llores!’
Con las lágrimas del hijo no siempre se puede. Pero cuando decimos cosas como, ‘no llores’, estamos invalidando sus sentimientos y diciéndole que sus lágrimas son inaceptables. Esto provoca que los niños aprendan a rellenar sus emociones, que en última instancia pueden conducir a arrebatos emocionales más explosivos.
Intenta dar un espacio para que tu niño llore y decirle cosas como: ‘Está bien llorar. Todos necesitamos llorar a veces. Estaré aquí para escucharte’. Incluso podrías verbalizar los sentimientos que el niño puede estar teniendo: ‘Estás realmente decepcionado de que no podemos ir al parque, eh?’ Esto puede ayudar a tu niño a entender sus sentimientos y aprender a verbalizarlos más pronto de lo que lo contrario podría. Estimulando su expresión emocional, le estás ayudando a aprender a regular sus emociones, que es una habilidad crucial que le servirá durante toda la vida.
‘Te prometo que…’
Las promesas rotas hacen mucho daño. Y puesto que la vida es claramente impredecible, yo recomendaría eliminar totalmente esta frase de tu vocabulario.
Elegir en su lugar ser súper honesto con tu niño. ‘Sé que realmente quieres ir a jugar con Pepito este fin de semana y nosotros haremos nuestro mejor esfuerzo para que eso suceda. Pero por favor recuerda que hay cosas a veces inesperadas, así que no puedo garantizar que va a suceder en esos días’. Asegúrate de que realmente estás haciendo lo mejor que puedes si dices que lo harás. Mantener tu palabra construye confianza y su ruptura deteriora la conexión, así que ten cuidado con lo que dices y luego cumple tu palabra tanto como sea humanamente posible.
Uno más nota sobre esto: Si rompes tu palabra, reconócelo y pide disculpas a tu hijo. Recuerda que así le enseñas cómo comportarse cuando falle en cumplir su palabra. Romper nuestra palabra es algo que todos hacemos en un momento u otro. Y aunque es por algo que te parece trivial a ti, puede importar mucho a tu hijo. Esto es lo mejor para ser un ejemplo de honestidad y cuando no lo eres asumir la responsabilidad del caso.
‘¡No es tan importante!’
Hay muchas maneras que minimizar y menospreciar los sentimientos de los niños, así que ten cuidado con esto. Los niños a menudo valoran cosas que parecen pequeños e insignificantes a nuestro punto de vista de adulto. Así que trata de ver las cosas desde el punto de vista de tu hijo. Empatizar con sus sentimientos, incluso cuando vas a establecer límites o decir que no a lo que te pide.
‘Yo sé realmente querías hacer eso, pero no se va a poder hoy’, o ‘Siento desilusionarte, pero la respuesta es no’, son respuestas mucho más respetuosas que tratar de convencer a tu hijo que sus deseos no importan.
‘¿Por qué lo hiciste?’
Si tu hijo ha hecho algo que no te gusta, sin duda necesitas tener una conversación sobre ello. Sin embargo, el calor del momento no es un tiempo para que tu niño puede aprender de sus errores. Y cuando le preguntas a un niño, ‘¿por qué?’, lo obligas a pensar y a analizar su comportamiento, que es una buena habilidad pero es avanzada, incluso para los adultos. Al enfrentar esta pregunta, muchos niños se cierran y se ponen a la defensiva.
Por el contrario, abre las líneas de comunicación para adivinar lo que tu hijo podría haber sentido y lo que podrían ser sus necesidades subyacentes. ‘¿Te sientes frustrado porque tus amigos no estaban aceptando tu idea?’ En tratar de entender lo que tu hijo sentía y necesitaba incluso podría descubrir que disminuye tu propia molestia por el incidente. Mordió a su amigo porque necesitaba espacio y se sentía amenazado y no sabía cómo comunicar eso. ¡El niño no es un ‘terror’, es un niño! ”
Fuente: lifehacker.com