Cada vez es más evidente que la composición de la flora intestinal juega un papel importante en la salud y en la prevención de enfermedades. La flora intestinal debe de estar compuesta por un 85% de bacterias buenas y un 15% de bacterias malas para mantener el equilibrio. Estas bacterias influyen en la función de varios órganos internos, como la piel, los pulmones, el hígado,… y, como el intestino es la residencia principal del sistema inmune, pueden favorecer o debilitar nuestro sistema de defensa. Por lo tanto, las bacterias pueden controlar las respuestas inmunes antitumorales en el hígado y, los antibióticos, al agotar las bacterias buenas, pueden alterar la composición de las células inmunes en el hígado y desencadenar el crecimiento tumoral. Otras enfermedades influenciadas por el desequilibrio de la flora intestinal son la obesidad, la depresión, el síndrome de fatiga crónica, el Parkinson y las alergias, solo por nombrar algunos. El desbalance de las proporciones entre las bacterias buenas y malas del intestino automáticamente interrumpen la función inmune y puede tener consecuencias graves.
Estudios recientes han demostrado que ciertas bacterias intestinales provocan la inflamación, un factor principal en prácticamente todos los cánceres, mientras que otros lo promueven, por lo que se han relacionado al inicio y a la progresión del cáncer. Las bacterias que activan las respuestas inflamatorias interrumpen las capas de moco que protegen al cuerpo de los invasores externos, creando un entorno que favorece el crecimiento tumoral.
También se ha descubierto que ciertos cánceres tienen bases infecciosas. Por ejemplo, Heliobacter pylori (H. pylori) se ha relacionado con el cáncer gástrico y con un riesgo reducido de adenocarcinoma esofágico. Por otro lado, se ha demostrado que el virus de la hepatitis C desempeña un papel en el carcinoma hepatocelular, la infección crónica por Salmonella entérica se ha relacionado con el cáncer de vesícula biliar y se han identificado Haemophilus influenza y Candida albicans en los tumores del tracto respiratorio inferior.
También se ha comprobado que la flora intestinal influye en la efectividad del tratamiento del cáncer. Parece ser que la presencia de ciertas bacterias intestinales aumentan la respuesta del paciente a los medicamentos contra el cáncer. Hay ensayos clínicos en curso para ver si los resultados se pueden mejorar simplemente manipulando la flora intestinal del paciente.
Una forma en que las bacterias intestinales mejoran la efectividad del tratamiento del cáncer es activando el sistema inmune y permitiendo que funcione de manera más eficiente. Se ha descubierto que cuando estos bacterias específicas están ausentes, el fármaco anticanceroso puede no funcionar del todo. Tal fue el caso de la ciclofosfamida, un fármaco de quimioterapia.
Parte del mecanismo que permite que la ciclofosfamida funcione es que daña el revestimiento intestinal, permitiendo que las bacterias viajen hacia el bazo y los ganglios linfáticos, donde luego activan las células inmunes necesarias para combatir el cáncer. El sistema inmune es la primera línea de defensa contra todas las enfermedades, incluido el cáncer, y cuando funciona bien, las células cancerosas se eliminan antes de que puedan convertirse en un tumor.
Para favorecer la flora intestinal y evitar enfermedades crónicas, se recomienda:
- Eliminar los azúcares y los alimentos procesados de la dieta, ya que el azúcar alimenta a las bacterias malas que tienen una influencia negativa en la salud.
- Consumir alimentos ricos en fibra (prebióticos) como las verduras.
- Consumir de manera frecuente alimentos fermentados y cultivados tradicionalmente, que están cargados con una amplia variedad de bacterias vivas saludables (probióticos). Las opciones saludables incluyen vinagre de sidra de manzana, caldo de hueso de pollo, kéfir, y varias fermentaciones encurtidas de repollo, nabos, berenjenas, pepinos, cebollas, entre otros.
- Considerar un suplemento probiótico, de preferencia líquido.
- Evitar antibióticos, pues matan las bacterias intestinales, tanto buenas como malas, por lo que las infecciones secundarias y la disminución de la función inmune son efectos secundarios comunes de tomar antibióticos.