Hay una frase de algún autor anónimo que dice: “Siempre confía en tus primeros instintos. Si genuinamente sientes en tu corazón y en tu alma que algo está mal, normalmente lo está”.
Y ahora, dada información reciente sabemos que podemos tomarlo de forma literal.
Y es que en los últimos años se han realzado las teorías impartidas por Gregg Braden, un autor de origen estadounidense que afirma que el campo magnético de la Tierra tiene efectos directos sobre el ADN y que las emociones de igual forma, repercuten en la composición de éste; el autor también argumenta que la oración colectiva tiene efectos curativos a nivel físico. Bajo esa premisa, Braden afirma que el campo electromagnético del corazón es el más potente de todos los órganos del cuerpo, 5.000 veces más intenso que el del cerebro. Y se ha observado que cambia en función del estado emocional. Cuando sentimos miedo, frustración o estrés, el campo se vuelve caótico.
Revisemos la información científica:
El funcionamiento del corazón es un proceso con cierta autonomía; la habilidad del músculo cardíaco de contraerse rítmicamente para bombear la sangre al cuerpo es intrínseca, es decir, es una propiedad del músculo en sí mismo y no depende del sistema nervioso. Es el único órgano de nuestro cuerpo que tiene esta capacidad, de “autogobernarse”. Pero aun así, el corazón sano tiene un amplio suministro de fibras nerviosas que pueden alterar su ritmo, de modo que este órgano obedece a dos sistemas de control: 1) a que las células musculares estén correctamente conectadas para que los impulsos de contracción y relajación sucedan en grandes grupos de células como un todo, y 2) a la actividad del sistema intrínseco de conducción cardíaco, éste es un grupo de células no contráctiles, que más bien se encargan de iniciar y distribuir el impulso eléctrico a través del corazón con el fin de producir la contracción ordenada y secuencial desde las aurículas hasta los ventrículos.
Aquí es dónde podemos hacer un enlace entre la creencia de Braden y la ciencia. El ritmo de los latidos del corazón establecidos por el sistema intrínseco de conducción puede ser modificado por el sistema nervioso autónomo. Los centros de control cardiaco están en el bulbo raquídeo, una parte del cerebro; el “acelerador” corresponde a la división simpática que aumenta el ritmo y la fuerza de las contracciones cardiacas, y el “freno” es el sistema parasimpático que desacelera el corazón.
Las fibras de ambas ramas autónomas, llegan a todas las partes de la musculatura del corazón.
Cuando la rama simpática del sistema nervioso se activa por algún factor estresante, físico o emocional, como un susto, ansiedad, excitación o el ejercicio físico, las fibras simpáticas liberan norepinefrina y ésta se une a los receptores del corazón, causando que el disparo eléctrico se alcance más rápido, de modo que el marcapasos acelera su ritmo de impulsos y con ello se aumenta la frecuencia y la contracción cardiacas.
La división parasimpática es lo contrario al efecto simpático y reduce el ritmo cardiaco cuando la situación estresante pasa, sin embargo, ciertas situaciones emocionales como la tristeza o la depresión pueden mantener activa la participación parasimpática de manera constante. Este sistema utiliza la acetilcolina como retardador del ritmo cardiaco.
La presencia de algunas sustancias químicas o iones en sangre o fluidos corporales son otros factores que pueden influir en el ritmo cardíaco.
Entonces, Gregg Braden habla sobre cómo todos formamos parte de un campo de energía, y de cómo a través del uso de la energía positiva se pueden eliminar tumores malignos. En China, una clínica aplica esta tecnología oculta para curar todo tipo de enfermedades, pero ésta técnica aún permanece en la sombra por la aparente amenaza que representa para la medicina moderna.
Todo lo que vemos lo percibimos primero con el corazón, y después éste lo envía al cerebro, siendo capaz de inhibir o activar ciertas áreas. ¿Será ésta la base para la cura del cáncer?